Amor y violencia
En todos los casos de violencia contra las mujeres de la que los medios nos informan con una regularidad macabra se asocian sentimientos y violencia: se habla de agresiones cometidas por el compañero sentimental, el marido, la pareja. Siempre que escucho o leo esas noticias me vienen a la mente los momentos felices que esas parejas vivieron, aquellos días en los que no sospechaban que los negros humores del odio fueran a ahogar su amor y a acabar en derramamiento de sangre.
Me pregunto siempre “¿estaba ya latente en aquél “amor” original el germen de violencia que ha acabado con la vida de esas mujeres?”Parece que nos encontramos ante una epidemia de violencia sentimental, una violencia que en muchos casos es suicida, ya que el asesino termina también en ocasiones con su propia vida, lo que demuestra la pulsión de muerte que envuelve cierto tipo de “relaciones amorosas” y todo esto nos remite a la cuestión última ¿qué clase de “amor” es ese que puede llevar a la violencia y a la muerte?
El genial Flaubert en su novela La Educación Sentimental (1868), pretendió realizar lo que Georg Lukács llamó más tarde la “novela psicológica de la desilusión” y así de alguna manera prevenir a la juventud francesa respecto del tipo de sentimentalismo que se cultivaba en la novela romántica, algo parecido a lo que nuestro genial Cervantes quiso hacer con el Quijote y las novelas de caballería.
Parece que ya las autoridades educativas de la Unión Europea han comprendido el carácter fundamental de nuestra educación sentimental, que está en la actualidad en las manos de los letristas de la música pop, y ha desarrollado un denominado Programa Sócrates Comenius – Educación sentimental con la finalidad de “ Educar a las niñas y niños a reconocer, aceptar y respetar la complejidad de su mundo sentimental y del de los otros y además educar a las niñas y niños a descubrir, en los testimonios culturales de las generaciones anteriores a la suya, la continuidad y la evolución de temas relacionados con la expresión y el análisis del mundo sentimental.
Ese programa educativo, como no podía ser de otro modo utiliza materiales literarios, ya que la literatura: novela, -que en francés se dice “roman”- poesía, baladas…-trata en última instancia de la urdimbre de nuestra vida, y en uno de sus niveles para alumnos y alumnas de cierta edad se atreve con el análisis de algunos de los clásico en materia de sentimientos, a saber, la novela Clélie escrita por Madeleine de Scudéry entre 1654 et 1660, en la cual se incluye un capítulo dedicado al Mapa del Amor (Carte du Tendre) en el que se advierte a los que nos aventuramos en el territorio del amor que no todo es llano y cómodo en ese terreno, y de una manera alegórica nos descubre los peligros y dificultades con las que nos podemos encontrar: los celos, las inquietudes, las impaciencias, las alegrías, los disgustos, las murmuraciones, las angustias, las esperanzas, las rebeliones y los sentimientos tumultuosos que a veces nos pueden explotar en el corazón.
Ese programa contiene también un ejercicio de introspección que se desarrolla a través de un cuestionario en el que los alumnos y alumnas se hacen algunas de estas interesantes preguntas, que todos y todas debemos hacernos.Por ejemplo para alumnos y alumnas de 2º Ciclo Primaria - 8 a 10 años: Qué sientes hacia una persona que quieres? Cuando quieres a una persona ¿en que te fijas más? ¿Por qué te harías novio/a de alguien? ¿Cómo te sentirías si la persona que te gusta, le gusta a otra persona? ¿Qué te parece o crees que es el AMOR?
Para alumnos de 1er Ciclo E.S.O. - 12 a 14 años: Cuando se habla de sentimientos, ¿Qué es lo que se te viene a la cabeza?. ¿Te parece que hay igualdad en los sentimientos de hombres y mujeres? ¿Los chicos y las chicas expresan libremente sus sentimientos? Los sentimientos que te gustaría tuviera hacia ti la persona que amas, ¿los tienes o tendrías tú hacia ella? ¿Cómo puede comenzar una relación sentimental?
Y la pregunta más importante: ¿Por qué a veces el amor nos hace sufrir?
En aquellos cursillos prematrimoniales que en nuestra época se nos daban, y que nos parecían un tanto cursis se ensayaba al menos una forma de educación sentimental y se nos iniciaba en la idea -a mi juicio fundamental- de que el amor de pareja, como todo lo que está arraigado en nuestra condición existencial implica un proyecto y no es una empresa baladí, no es una flor silvestre que crece a su aire sino que es un cultivo, y en gran medida una construcción y un propósito para el que se requiere ilusión, pero también realismo. El amor, como la amistad y los afectos, hay que alimentarlos y nutrirlos con aquello que los fortalece: y no se reduce a palabras y a sentimientos vagos. Como nos dice Pablo en su I Carta a los Corintios “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor”. La experiencia nos enseña que el amor, exige paciencia pero no implica sin embargo rebajamiento, ni admite la humillación de modo que ante un “amor” que se presente con pretensiones de sumisión y rendición de juicio estamos en nuestro perfecto derecho de defendernos y de huir porque encierra una trampa de violencia y destrucción.
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