miércoles, 9 de mayo de 2007

La "Sharia" católico-romana



Deberes particulares de los católicos en el terreno político.
(Según el programa del partido llamado Tercio Católico –recomendado por el Obispo de Pamplona, Don Fernando Sebastián)

La doctrina cristiana del orden social ofrece a los católicos luz y estímulo para contribuir con los otros miembros de la sociedad a realizar el bien de toda la comunidad. Ellos toman parte activa en los asuntos públicos. Es de desear que católicos coherentes, dignos y competentes se hagan intérpretes del pensamiento cristiano en el seno de las asambleas políticas.

La cohesión entre los católicos es indispensable sobre todo cuando los valores cristianos se encuentran con la hostilidad de determinados adversarios y cuando la labor de la Iglesia se halla gravemente amenazada.

"Todos los buenos ciudadanos están obligados a hacer el mejor uso de la política, y particularmente los católicos, ya que la profesión católica exige de ellos que sean los mejores ciudadanos." (Pío XI, Carta Peculiari).

"El no querer tomar parte ninguna en la pública gobernación sería tan malo como no querer prestarse a nada que sea de utilidad común, tanto más cuanto que los católicos, enseñados por la misma doctrina que profesan, están obligados a administrar las cosas con entereza y fidelidad; de lo contrario, si están quietos y ociosos, fácilmente se apoderarán de los asuntos públicos personas cuya manera de pensar puede no ofrecer grandes esperanzas de saludable gobierno." (León XIII, Inmortale Dei).

En las luchas entre los partidos a los que los católicos han podido alistarse legítimamente, tiene que ser atentamente salvaguardada la caridad. Las discordias entre católicos en el terreno político repercuten con frecuencia dolorosamente en otros dominios, y llegan incluso a perturbar la atmósfera de las obras religiosas.

"La religión ha de ser para todos santa e inviolable y aun en el mismo gobierno de los pueblos, que no se puede separar de las leyes morales y deberes religiosos, se ha de tener siempre y ante todo presente qué es lo que más conviene al nombre cristiano; y si en alguna parte se ve que éste peligra por las maquinaciones de los adversarios, deben cesar todas las diferencias; y, unidos los ánimos y proyectos, peleen en defensa de la religión que es el bien común por excelencia, al cual todos los demás se deben de referir." (León XIII, Sapientiae Christianae).

Sólo el reconocimiento de la Soberanía social de Jesucristo, por medio de su Iglesia, puede salvar a la sociedad del estado de división y descomposición en que se encuentra. Pero un grave error se opone a este remedio: el liberalismo, o la indiferencia religiosa, y la opinión errónea que muchos, aun católicos, tienen de él, considerándolo como un acercamiento a la fe, cuando en realidad es más dañino que la impiedad misma, porque es más ofensivo el desprecio que el odio. Los partidos de la llamada "derecha", "centro", o "centro-derecha" representan el desprecio, y los partidos de la llamada "izquierda", en todas sus acepciones, representan el odio.

Cuando algunos, pretendidamente no liberales, hablan de raíces cristianas, ¿qué quieren decir con eso?, no lo entendemos, sólo vemos una disolución del ideal que tradicionalmente se ha expresado como CRISTIANDAD, que no es más que la compenetración entre la sociedad civil y la eclesiástica que esto supone; la aceptación plena por parte de las naciones y Estados, en cuanto tales, de la Iglesia como Madre.


Pío XI nos lo decía en su Encíclica Miserentissimus: "Al hacer esto (institución de la fiesta de Jesucristo Rey), no sólo poníamos en evidencia la suprema soberanía que a Cristo compete sobre todo el Universo... sino que adelantábamos ya el gozo de aquel día dichosísimo en que todo el orbe, de corazón y de voluntad, se sujetará al dominio suavísimo de Cristo Rey." Sujeto en nuestras escuelas, en nuestros ayuntamientos, en nuestros juzgados, en nuestras Cortes, en definitiva, en todas las instituciones públicas. Ese es nuestro ánimo y proyecto, nuestra polar.

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