martes, 5 de junio de 2007

ETA NO. ETA EZ


COORDINADORA GESTO POR LA PAZ DE EUSKAL HERRIA

EUSKAL HERRIKO BAKEAREN ALDEKO KOORDINAKUNDEA

NOTA DE PRENSA


ETA anuncia que rompe la treguaAnte el anuncio de ETA de que rompe la tregua, Gesto por la Paz deseaexpresar lo siguiente:


1. ETA rompió la tregua el 30 de diciembre con la bomba que colocó en elaparcamiento de Barajas. Por lo tanto, el significado de este último comunicado no es más que un aviso explícito de una amenaza de muerte contra cualquiera de nosotros.


2. La ciudadanía vasca no puede permitir bajo ningún concepto vivir eneste continuo corredor de la muerte en el que nos quiere encajonar ETA.Queremos vivir en libertad y con la dignidad que nos corresponde como seres humanos. Por ello, como ciudadanos, rechazamos absolutamente la decisión de ETA y reivindicamos nuestro derecho de vivir en paz ylibertad.


3. Pedimos a todas las fuerzas políticas que están representadas en nuestrasinstituciones democráticas que condenen de manera radical y rotunda eluso de la violencia. No vale esconderse en banales justificaciones, nimedias tintas. En este momento, ETA obliga a un posicionamiento contundente. Cualquier connivencia con el uso de la violencia supone una automarginación de las instituciones democráticas porque violencia y política son opciones opuestas y totalmente incompatibles.


4. Por todo ello, exigimos a ETA que envie el comunicado que esperamosen el que anuncie su definitiva disolución y deje paso de una vez portodas a las vías políticas y democráticas. Y pedimos valor a quienes aún justifican la violencia para desmarcarse definitivamente del asesinato y el terror. Ese sí será el camino válido para que la llamada izquierda abertzale

esté presente en la política vasca. En sus manos está.


COORDINADORA GESTO POR LA PAZ DE EUSKAL HERRIAEUSKAL HERRIKO BAKEAREN ALDEKO KOORDINAKUNDEA

05 de junio de 2007
ETA delenda est

miércoles, 30 de mayo de 2007

Teletubbies


Resulta que los Teletubbies van a ser sometidos a Inquisición en la Polonia. A mí los Teletubbies me han parecido siempre cursis y empalagosos, pero considero una ridiculez la idea de Eva Sowinska de someterlos a examen psicológico para analizar si pueden fomentar la homosexualidad. Ese miedo obsesivo y enfermizo a la homosexualidad –ya lo dijo nuestro padre Freud- es un signo inequívoco de pulsiones homosexuales inconscientes reprimidas, por otra parte frecuentes entre la clerecía. Quien está seguro de su orientación sexual no padece de esos temores ni ve tentaciones y peligros por doquier.

¿Totalitarismo moral?


El catedrático de Derecho Constitucional, J. A. González Casanova, afirmó por el contrario en El País, que es “pura calumnia interesada alegar, como alega la jerarquía eclesiástica, que -la educación para la ciudadanía- se trata de un totalitarismo moral contrario a la fe cristiana”. Esta jerarquía, sostiene, “quien no dudó en bendecir el nacionalcatolicismo del catón franquista obligatorio, protesta ahora por que se forme a la juventud en la tolerancia respetuosa”.

COPE


“Resulta paradójico que, cuando voces de diversas ideologías consideran prioritario recuperar el espíritu de la Transición, la Iglesia, a través de su cadena de emisoras de radio, aparezca ante la opinión pública como uno de los principales contribuyentes a ese clima de crispación”, denuncia el informe. Además, aprovecha para criticar a “algunos de sus profesionales”, que “muestran graves faltas de objetividad, prudencia e independencia política”.

(c) Arzobispado de Oviedo. Informe del Departamento de Sociología, Estadística e Informática

jueves, 17 de mayo de 2007

Homofobia


Los otros
El día 17 de mayo ha sido declarado por la Organización Mundial de la Salud como Día Internacional contra la Homofobia; las organizaciones de Lesbianas y Gays de todo el mundo luchan para que el Alto Comisionado y la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas señalen esta fecha como jornada mundial contra la homofobia y la transfobia, en cualquiera de sus expresiones, (política, social, cultural, etc.) por entender que la homofobia se trata de un problema político, no solo de salud, que no afecta sólo a los homosexuales, lesbianas y transexuales, sino que afecta al entendimiento de las libertades civiles,lo que naturalmente nos incumbe y compromete a todos y a todas.
El término homofobia se refiere a la aversión, odio, miedo, prejuicio o discriminación contra hombres o mujeres homosexuales, aunque también se incluye a las demás personas que integran a la diversidad sexual, como es el caso de las personas bisexuales o transgenéricas, y las que mantienen actitudes o hábitos comúnmente asociados al otro sexo, como los metrosexuales y las personas con pluma. Todos los organismos europeos de defensa de los derechos humanos señalan como inaceptable la homofobia.
Me inquietan aquellas personas que para ser lo que son necesitan que las demás no sean lo que quieren ser. Interpreto que en esos casos nos encontramos ante una identidad insegura que se siente menesterosa y frágil cuando no se siente arropado por lo que el socio-teólogo Berger llama las “estructuras de plausibilidad”.
Todos necesitamos en alguna medida un cierto soporte social de nuestro entendimiento de lo real, y no tienen por qué gustarnos todas las opciones vitales, estéticas o de cualquier orden que hagan nuestros conciudadanos, pero en las sociedades abiertas y plurales nos acostumbramos a coincidir y también a convivir con personas con las que compartimos ciudadanía pero sin embargo de la que nos encontramos sideralmente separados en relación con cuestiones metafísicas, de sentido o en nuestra cosmovisión general; sin embargo esas diferencias no nos impide mantener las reglas de buena educación, apreciar, trabajar o hacer negocios con los otros. Esa convivencia y ese pluralismo es posible porque nos hemos dotado de un marco de leyes que garantizan la libertad personal y la capacidad de autodeterminación de cada uno de nosotros.
A mí personalmente esa variedad y ese pluralismo –dentro del pacto de amistad civil que nos hace ciudadanos- me gusta. Me agrada la condición sinfónica de lo humano en la que no todo debe sonar del mismo modo sino que es justo y necesario que haya violines y trombones, fagots y timbales, clarines y arpas. Pero no. Hay hinchas de un club de fútbol que no soportan la existencia misma de la hinchada rival, hay hombres que parece se sienten disminuídos en su hombría por la simple existencia del matrimonio homosexual, heterosexuales que se sienten agredidos porque existan los otros, es como si su SER se sintiera devaluado, disminuido si no goza de completa y total hegemonía social si no acapara toda la plausibilidad de lo existente.
Yo no practico parapente, ni tampoco la castidad monástica, no aprecio la comida japonesa ni me gustan los libros de César Vidal, tampoco el fútbol, pero no me hacen dudar de mis gustos el que haya otras personas a las que esas prácticas o esos gustos les convengan. Estoy felizmente casado con una mujer pero no inquietan a mi condición matrimonial ni los solteros, ni los divorciados, ni los sacerdotes célibes, ni los matrimonios homosexuales; acepto deportivamente que otros y otras practiquen, aprecien o gusten de esas cosas y de esos personajes siempre que no pretendan imponerme sus gustos y sus opciones personales. Tengo dos hijas pero no me irrita que haya personas que decidan no tener hijos. Tengo mis preferencias pero asumo que los demás puedan tener otras. Pocas cuestiones merecen ser consideradas casus belli en el orden de la convivencia democrática (Derechos Humanos…) en todo lo demás procede actuar con deportividad y buena educación. Podemos confiar –a pesar de la aparición de nuevos fanatismos- en que las enseñanzas del terrible siglo XX nos han preparado frente al simplismo de la homogeneidad y la búsqueda de la pureza étnica, cultural, moral o religiosa. A pesar de los fanáticos de la pureza castiza podemos pensar que las instituciones europeas y las mayorías políticas no pueden ser seducidas por esas ideologías. El mundo que nos ha de tocar vivir no puede ser entendido ya en términos de cosmovisiones únicas y obligatorias. Las posibilidades de comunicación e intercambio están acelerando la mezcla y la combinación de todo con todo. Se trata de una situación novedosa por la escala planetaria que está alcanzando. En la historia esos fenómenos de mestizaje y co-implicación se han producido pero en sociedades más sencillas y en escalas más reducidas.El debate inmenso al que nos enfrentamos es el que propone y desarrolla magistralmente Alain Touraine en su libro ¿Podemos vivir juntos?, Iguales y diferentes (1997). La inmensidad de la cuestión es tal porque, en efecto, con todo esto estamos comenzando a vislumbrar lo que serán seguramente las grandes cuestiones morales, políticas e ideológicas de este siglo XXI que van a afectar a nuestro entendimiento del sujeto humano y, por lo tanto, de la sociedad. La pluralidad de sentidos que se nos presentan, los diferentes mundos simbólicos, las culturas, las técnicas con las que nos relacionamos o trabajamos se presentan, -dice Touraine- como un caleidoscopio de estímulos que sólo pueden integrarse en el Sujeto, es decir, en cada uno de nosotros, que deberá encontrar la forma de dar unidad a lo que de otro modo se daría como algo discontinuo y desintegrado. Toda esta complejidad nos lleva hacia una sociedad de sujetos cada vez más conscientes de sí mismos y más originales, menos clónicos y menos definidos por una sola de sus opciones. Nos acostumbraremos a nuevas formas de convivencia familiar, a la libertad de orientación sexual, a la presencia de formas de culto religioso diversas de las que nos han sido tradicionales sin aflojar por ello los vínculos de solidaridad cívica y nacional.
En el horizonte del nuevo siglo se apunta la necesidad de un Sujeto cada vez más complejo, pero a la vez más original, maestro de su propia construcción como actor humano. El desafío es saber si seremos capaces de construir una sociedad en la que ese Sujeto sea posible.Al final la cuestión se puede resumir en la asunción del principio evangélico según el cual “quien no está contra mí está conmigo”. O dicho de otro modo: ¡Vive y deja vivir¡. ¿Tan difícil es?
©Javier Otaola.- Defensor del ciudadano del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz. Abogado y escritor.

jueves, 10 de mayo de 2007

Javier Otaola.- Ciudadanía e identidad.


Este libro trata de las contradicciones entre la pertenencia cívica –vinculada al cosmopolitismo de los valores democráticos- y las pertenencias comunitarias de cultura, religión o etnia. A pesar de la aparente hegemonía del discurso cívico-político, que predomina en nuestra teoría política, nuestra práctica está sin embargo atravesada por identidades compactas, voces ancestrales y casticismos más o menos razonables. Esa tensión entre la democracia como valor político universal y nuestras pertenencias “tribales” de “la tierra y de la sangre” es consustancial a la historia de las ciudades y de la ciudadanía precisamente porque es en el medio urbano donde esas identidades sufren la presión de lo extraño y la atracción de lo cosmopolita.
El magma sentimental de nuestras pertenencias elementales no puede ser simplemente negado porque todo sentimiento reprimido es doblemente peligroso, habrá que hacerle por lo tanto un sitio al sol de la ciudad; pero teniendo siempre bajo vigilancia la tentación del casticismo como espuria legitimidad politica.

miércoles, 9 de mayo de 2007

La "Sharia" católico-romana



Deberes particulares de los católicos en el terreno político.
(Según el programa del partido llamado Tercio Católico –recomendado por el Obispo de Pamplona, Don Fernando Sebastián)

La doctrina cristiana del orden social ofrece a los católicos luz y estímulo para contribuir con los otros miembros de la sociedad a realizar el bien de toda la comunidad. Ellos toman parte activa en los asuntos públicos. Es de desear que católicos coherentes, dignos y competentes se hagan intérpretes del pensamiento cristiano en el seno de las asambleas políticas.

La cohesión entre los católicos es indispensable sobre todo cuando los valores cristianos se encuentran con la hostilidad de determinados adversarios y cuando la labor de la Iglesia se halla gravemente amenazada.

"Todos los buenos ciudadanos están obligados a hacer el mejor uso de la política, y particularmente los católicos, ya que la profesión católica exige de ellos que sean los mejores ciudadanos." (Pío XI, Carta Peculiari).

"El no querer tomar parte ninguna en la pública gobernación sería tan malo como no querer prestarse a nada que sea de utilidad común, tanto más cuanto que los católicos, enseñados por la misma doctrina que profesan, están obligados a administrar las cosas con entereza y fidelidad; de lo contrario, si están quietos y ociosos, fácilmente se apoderarán de los asuntos públicos personas cuya manera de pensar puede no ofrecer grandes esperanzas de saludable gobierno." (León XIII, Inmortale Dei).

En las luchas entre los partidos a los que los católicos han podido alistarse legítimamente, tiene que ser atentamente salvaguardada la caridad. Las discordias entre católicos en el terreno político repercuten con frecuencia dolorosamente en otros dominios, y llegan incluso a perturbar la atmósfera de las obras religiosas.

"La religión ha de ser para todos santa e inviolable y aun en el mismo gobierno de los pueblos, que no se puede separar de las leyes morales y deberes religiosos, se ha de tener siempre y ante todo presente qué es lo que más conviene al nombre cristiano; y si en alguna parte se ve que éste peligra por las maquinaciones de los adversarios, deben cesar todas las diferencias; y, unidos los ánimos y proyectos, peleen en defensa de la religión que es el bien común por excelencia, al cual todos los demás se deben de referir." (León XIII, Sapientiae Christianae).

Sólo el reconocimiento de la Soberanía social de Jesucristo, por medio de su Iglesia, puede salvar a la sociedad del estado de división y descomposición en que se encuentra. Pero un grave error se opone a este remedio: el liberalismo, o la indiferencia religiosa, y la opinión errónea que muchos, aun católicos, tienen de él, considerándolo como un acercamiento a la fe, cuando en realidad es más dañino que la impiedad misma, porque es más ofensivo el desprecio que el odio. Los partidos de la llamada "derecha", "centro", o "centro-derecha" representan el desprecio, y los partidos de la llamada "izquierda", en todas sus acepciones, representan el odio.

Cuando algunos, pretendidamente no liberales, hablan de raíces cristianas, ¿qué quieren decir con eso?, no lo entendemos, sólo vemos una disolución del ideal que tradicionalmente se ha expresado como CRISTIANDAD, que no es más que la compenetración entre la sociedad civil y la eclesiástica que esto supone; la aceptación plena por parte de las naciones y Estados, en cuanto tales, de la Iglesia como Madre.


Pío XI nos lo decía en su Encíclica Miserentissimus: "Al hacer esto (institución de la fiesta de Jesucristo Rey), no sólo poníamos en evidencia la suprema soberanía que a Cristo compete sobre todo el Universo... sino que adelantábamos ya el gozo de aquel día dichosísimo en que todo el orbe, de corazón y de voluntad, se sujetará al dominio suavísimo de Cristo Rey." Sujeto en nuestras escuelas, en nuestros ayuntamientos, en nuestros juzgados, en nuestras Cortes, en definitiva, en todas las instituciones públicas. Ese es nuestro ánimo y proyecto, nuestra polar.

martes, 8 de mayo de 2007

viernes, 27 de abril de 2007

Savonarolas


Savonarolas
Corría el año de Nuestro Señor 1481 cuando el dominico Savonarola fue enviado por el superior de su Orden para predicar en Florencia en lo que era en aquél momento uno de los focos del Renacimiento, un movimiento intelectual, moral y artístico que planteaba nuevas formas de libertad inspiradas en la Antigüedad Clásica y que suponían un desafío a las formas del pensamiento medieval. El joven monje encontró en el púlpito la oportunidad para entregarse con toda su energía a su pasión purificadora y comenzó su carrera como agitador de conciencias atacando con saña lo que consideraba como valores paganos dominantes en la sociedad de la época y muy especialmente en la Corte de Lorenzo de Medici máximo representante de ese Renacimiento, odiado por Savonarola.
En un primer momento su impostación profética, sus predicas demagógicas e incendiarias fueron consideradas repulsivas por los florentinos, pero eso no desalentó al dominico que no cejó en su empeño y se dedicó a predicar con el mismo tono rencoroso y extravagante por otras ciudades italianas. Como buen predicador con ansias de profeta se sintió atraído por los tonos melodramáticos y emocionales del Libro del Apocalipsis, uno de los libros más oscuros y difíciles de desentrañar del Nuevo testamento y en 1486, en el púlpito de la ciudad de Brescia despertó todos los demonios del miedo alertando de la llegada de los Últimos Días y de la proximidad del Juicio Divino, conminando a una conversión urgente bajo amenaza de condenación colectiva. En 1489 volvió a Florencia y en esa ciudad encontraría el escenario ideal para su triunfo y posterior caída
Llevado por su celo y cegado por su propia imagen de salvador de almas siguió incitando al odio y a la confrontación civil sin detenerse ante ninguna consecuencia llegando incluso a volverse con inusitada violencia verbal contra la propia Iglesia de Roma demasiado contemporizadora a su juicio. En mayo de 1497, fue excomulgado
Después de su larga carrera predicando el fuego purificador, el rechazo a las novedades “demoníacas” aportadas por el Renacimiento, y amenazando con las desgracias del Apocalipsis finalmente el pueblo de Florencia se volvió contra él.
En mayo de 1498, Savonarola y otros dos miembros de su orden que seguían su ejemplo fueron condenados a muerte, ahorcados y sus cuerpos quemados.
Al principio los sermones de Savonarola fueron una justa vindicación contra la corrupción de la época, y un llamamiento a las virtudes cristianas temperadas por el aristotelismo de la Orden de los Predicadores, pero su propio éxito como agitador le llevó a desconocer esas mismas virtudes y a mantener un discurso violento, demagógico, alentador del odio civil y religioso, del fanatismo y la obstinación más recalcitrante: esparciendo vientos recogió tempestades. Sin embargo nunca fue considerado hereje en términos de doctrina, lo que nos demuestra que no basta una buena doctrina para hacer un buen predicador. El ejercicio de la palabra pública tiene su propia ética.
Vivimos otros tiempos, existen otros púlpitos, gozamos felizmente de un marco de legalidad democrática que ampara la libertad de pensamiento y de expresión, pero la libertad, como ya sabemos, no garantiza el acierto y la bondad de las cosas, vivimos en una sociedad abierta en la que compartimos unas reglas de convivencia pero como consecuencia de la misma libertad sabemos que estamos separados por diferencias razonables pero profundas en cuestiones relativas al entendimiento del Bien y el Mal, al sentido de la vida y la visión general del mundo, es por eso que es hoy más fácil que ayer plantear contradicciones insalvables en muchos aspectos de nuestra vida personal y colectiva, pero también sabemos hoy, mejor que nunca, del valor de esa libertad que a todos nos ampara y de la responsabilidad a la que estamos obligados para conservarla y mantenerla de generación en generación. Por eso hoy como ayer el uso de la palabra pública debe estar sometido a las reglas de la honestidad intelectual porque supone el ejercicio de una tarea que conlleva responsabilidades.
El ruido mediático, la amargura y acidez de las críticas públicas y la mala fe con la que muchas veces se manifiestan esas criticas creo que hacen pertinente la necesidad de poner en valor la primacía del principio de conviviencia respecto de cualquier otro principio que esté en juego, y ese principio nos exige ante todo honestidad intelectual en ejercicio de la crítica pública. En este sentido me parecen insuperables las propuestas que Kart Popper ya hizo el 26 de mayo de 1981 en la Universidad de Tubinga para definir un decálogo de la honestidad intelectual (Doce Principios para una Nueva Ética Profesional del Intelectual.) que todos debiéramos releer con frecuencia y que concluyen en los siguientes términos (circa):
Debemos tener bien claro que necesitamos a otras personas para el descubrimiento y corrección de errores (y ellas a nosotros); especialmente personas que han crecido con otras ideas, - podríamos decir, con otras referencias ideológicas - en otra atmósfera. También esto conduce a la tolerancia. La crítica racional debe ser siempre concreta basada en fundamentos concretos, debemos evitar las tentaciones de la demagogia, las omisiones interesadas, las manipulaciones sentimentales, los argumentos “ad hominem” y todas aquellas trampas con las que pretendemos prevalecer en una argumentación despreciando la búsqueda de la verdad que está en juego en cada momento.
Savonarolas no, gracias.
(c)Javier Otaola.-
Abogado y escritor. Miembro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País.

jueves, 26 de abril de 2007



Sexo laico

Xavier Zubiri
, que no es sospechoso de anticristianismo decía que Europa se construye sobre la base de cuatro fundamentos: la filosofía griega, el derecho romano, la religión cristiana y la ciencia moderna. Esta pluralidad contradictoria de nuestras raíces no puede dejar de tener efectos también plurales y contradictorios en los frutos, es decir en las concepciones morales y en las estrategias vitales que cada uno de nosotras y nosotras –el género es aquí muy pertinente- adopte; de ahí la necesidad de arbitrar fórmulas de gestión y de convivencia entre esas diferencias razonables.
Como europeo pretendo ser leal a la integridad de esas raíces, y abrazar todos los saberes que me constituyen a pesar de sus inevitables contradicciones.
En efecto, esos cuatro fundamentos (filosofía griega, derecho romano, cristianismo y ciencia) no se dan entre nosotros de una manera evidente y pacífica sino que se manifiestan con tensiones y antagonismos entre sí. Para empezar la filosofía griega es de raíz pagana y pre-cristiana, lo mismo que el Derecho Romano, de ahí que el paganismo nunca haya desaparecido entre nosotros, manteniéndose latente incluso en ciertas formas del culto católico-romano; por otro lado religión cristiana y catolicismo no son universos idénticos: el cristianismo es una realidad espiritual plural (además del catolicismo, el cristianismo se manifiesta en el Luteranismo, Calvinismo, la Ortodoxia y el Anglicanismo) y ese pluralismo es en ciertos aspectos sustantivos contradictorio, especialmente en materia eclesial y en doctrina matrimonial; y finalmente el surgimiento de la ciencia moderna se ha hecho no sólo al margen de las Iglesias sino en gran medida en contra de ellas (Copérnico, Galileo, Servet, Darwin, Einstein, Freud...). Con lo que tenemos que nuestras raíces son en efecto cristianas y no cristianas al mismo tiempo y en diversas proporciones.
Con estas aclaraciones se entiende el verdadero sentido de las plurales raíces de Europa y su necesaria articulación en un marco de laicidad civil y política irrenunciable en un universo como el europeo en el que el objetivo central de nuestras instituciones es responder a la pregunta de Rawls: ¿Cómo es posible la existencia duradera de una sociedad justa y estable de ciudadanos libres e iguales que no dejan de estar profundamente divididos por doctrinas religiosas, filosóficas y morales razonables ?.

Esa pluralidad de raíces debía dar como resultado lógicamente un entendimiento diverso y contradictorio en materia tan sensible y nuclear como la sexualidad, en la que concurren tantas cosas y tan importantes, a saber: libido, placer, eros, amor, autoestima. Esa razonable diversidad asumida por la ley civil no ha gustado a los Obispos católico-romanos de España –ni a algunos predicadores de las ondas- que han reaccionado con un argumentario que proclama su derecho a ser “políticamente incorrectos”, lo cual me parece intelectualmente saludable, pero que a mi modesto entender nace viciado con algunas verdades a medias, con algunas falsedades plenas y desde luego ayuno de toda autocrítica, en el que melodramáticamente se proclama una doctrina sobre la sexualidad y la pareja respecto de la que los Obispos, tienen quizá autoridad canónica sobre sus fieles, pero poca experiencia con la que avalar esa autoridad en el diálogo público, y en el que parece que reivindicaran una especie de retorno a un régimen legislativo de Cristiandad (Cristiandad no es cristianismo) semejante en cierto modo a las pretensiones de aplicación de la sharía de las confesiones islámicas.
La cosa no es de ahora. Ya en el año 2003 la Congregación para la Doctrina de la Fe –antes Santo Oficio- , emitió una Nota documento de referencia que pretendía nada menos que justificar la implementación legislativa de la doctrina católica en la legislación civil en materia de derecho de familia, aborto, organización de la escuela, sanidad e investigación científica en base al argumento, alegado pero no probado, de que dicha doctrina católica es en realidad una verdad única e indiscutible que se impone a toda conciencia formada y que por lo tanto los católicos seguros de la misma están en el derecho y deber de imponerla legislativamente a todos los demás ciudadanos (sic).
El que los demás ciudadanos no vean esa verdad ni compartan en muchos casos los fundamentos confesionales de la misma, parece ser que es imputable a ellos pero no a la fuerza convincente de la verdad católica. La Nota doctrinal del mismo modo que este Directorio dan en efecto doctrina, pero no argumentos de razón práctica y eluden el gran escollo de toda moral confesional, a saber: que las verdades de todas las religiones, no se fundan en la libre discusión y en el diálogo abierto entre los concernidos por la cuestión sino en un “suplemento de verdad” revelada que sólo tiene valor vinculante para los que se adhieren libremente, a ella, mediante la fe.
Se queja amargamente la Conferencia Episcopal de la importancia del lobby gay, en materia de libertad sexual y concepción de la pareja, pero peca de ceguera interesada cuando no ve la viga en su propio ojo y le parece normal la posición de privilegio en lesa laicidad de que goza el lobby episcopal en nuestro país.
Sólo la laicidad de nuestras instituciones y de nuestro discurso político, respeta el valor personal y social de la fe religiosa y puede garantizar una convivencia equitativa entre las diferentes concepciones sobre el mundo y sobre la vida que razonablemente nos oponen. El poder político no puede a mi juicio propugnar una posición metafísica expresa o encubierta, religiosa o irreligiosa, sino que su tarea es articular una metodología de convivencia entre todas las posiciones razonablemente contrapuestas que se manifiestan en toda sociedad libre.
Conforme a ese propósito laico el centro y fundamento de la ley política no es servir a ninguna esencia colectiva, ni defender ninguna fe revelada, ni dar fuerza coactiva a ninguna doctrina familiar o sexual, ni garantizar la hegemonía de ninguna etnia ni de ninguna Confesión religiosa, sino la garantía de una libertad civil en el seno de la cual cada uno pueda vivir según sus propias opciones filosóficas o religiosas. La laicidad no compite con las religiones sino que pretende la realización material y moral de un ideal sólo político, siempre discutible, limitado, nunca total, pero que nos permita vivir y convivir cooperando unos con otros de una manera equitativa, de generación en generación a pesar de nuestra diferencias particulares en torno a unos valores comúnmente definidos.
© Javier Otaola. Abogado y escritor.

Ilustración siglo XXI

La Ilustración no es sólo un fenómeno del siglo XVIII. La Ilustración puede definirse en efecto como una época histórica determinada pero puede definirse también como una actividad, como una tarea, y no como algo ya dado o acabado. Son exactas, a mi juicio las palabras de Reyes Mate: "Gracias a su capacidad autocrítica, la Ilustración es algo mas que un episodio histórico con fechas y lugares: es un movimiento o la cultura crítica por excelencia de la emancipación". Ilustración es también acción. Acto: Aufklärung, Enlightement, Ilustración.
Desde luego la Ilustración parte de ese punto de decisión, de arranque: el "sapere aude!" de Kant ,la voluntad de no someterse, de no renunciar al propio entendimiento y a sus riesgos. Pero una vez dado ese salto, la Ilustración no ha concluido, sigue abierta, es siempre un proceso, algo que está "in fieri"; no es casualidad que el momento del nacimiento y formación de la Ilustración, sea el s. XVIII, ese siglo que Ortega llamaba el siglo educador. Se da en el caso de la Ilustración esa dificultad de conceptualizarla; para definirla hay que incurrir siempre en algún tipo de simplificación convencional. Se fijan los límites temporales de la Ilustración entre dos revoluciones: la inglesa de 1.688 y la francesa de 1.789; se añade además una limitación geográfica, nace según la mayoría de los autores, en el Reino Unido, y culmina en Francia, si bien será en Kant (Alemania) donde se hará la mejor síntesis y la más alta teoría sobre la Ilustración .
Así definida y limitada, el contenido concreto de la Ilustración, parece que se identifica fácilmente. La Ilustración sería, por lo tanto, la sustitución de la fe ciega por la razón, el dogmatismo por la tolerancia, la hipocresía y la opresión de un orden social caduco, por la libertad y la felicidad de cada uno. Razón, tolerancia, felicidad, (Ignacio Sotelo), pero ¿No es esto, a pesar de su historicidad, una constante? ¿No es un valor permanente digno de sobrevivir a la pura historicidad del siglo XVIII? ¿No es por ejemplo la Declaración de Derechos del Hombre un logro de filiación Ilustrada? ¿No es la misma idea del Sujeto Humano una idea ilustrada, a la que se opone también personalmente el pensamiento anti-ilustrado, fragmentando la Humanidad en compartimentos estancos de raza, clase, religión o nación?. Si la Ilustración está por una parte sentada en el banquillo acusada por las insuficiencias manifiestas que la ejecución del programa moderno-ilustrado ha demostrado es también acusadora por cuanto su voluntad de esclarecimiento no nos permite conformarnos con ninguna interpretación del presente que quede por debajo de sí misma.
Han pasado demasiadas cosas desde el S. XVIII hasta la fecha como para ser simplemente optimistas. Las Guerras de religiones y de sucesiones en el XVIII, las de los nacionalismos en el XIX y las de las ideologías en el XX . Cada una de esas pasiones y cada una de esas decepciones han sido después de todo un doloroso acto de aprendizaje que nos ha enseñado un aspecto de nuestra realidad colectiva, nos han obligado a escoger, a veces entre lo malo y lo peor, pero esas elecciones, esos actos de voluntad nos han llevado a una realidad desde luego muy deficiente pero en términos siempre relativos de "obra" mucho más elevada, más ancha que en el pasado, quizá uno de los mejores pilares de esa obra de arquitectura moral y política sea la convicción a la que hemos llegado después de tantos avatares y que Antton Pérez Calleja definía así : "No somos libres, ni vivimos en democracia, para Dios sabe qué oscuros designios, ni para construir un país, ni para hacer historia, ni para levantar los planes de una sociedad más justa, sino para poder disponer de nosotros mismos". A partir de esa disposición de nosotros mismos, de esa autodeterminación individual es cuando nos podemos comprometer en una cosa o en otra, pero sería locura comprometernos en una empresa que nos prive o prive a otros de esa capacidad de disponer de sí mismo que tanto nos ha costado conseguir: Intentar hacer compatible las libertades de todos. En palabras de J. Stuart Mill :" La única libertad que merece ese nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse por conseguirlo. Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física, mental o espiritual. La humanidad sale más gananciosa consintiendo a cada cual vivir a su manera que obligándole a vivir a la manera de los demás."(Sobre la Libertad)
Hoy sabemos que ese ideal luminoso de la ilustración no es humanamente realizable sino asume también el lado sombrío de lo humano. Las contradicciones, ambigüedades y aspectos oscuros de lo humano no pueden ser dejados de tener en cuenta porque pueden vengarse cruelmente de nuestras buenas intenciones. Los símbolos de claridad y mesura de la Ilustración, pueden y deben completarse con referencias intuitivas y vitales a otras fuerzas que las de la Razón, comprensivas también del aspecto oscuro del ser.
El constructivismo ilustrado se funda en el impulso optimista, pero no ciego, de la razón práctica, en la convicción de que a pesar de la apariencia del Caos hay un Logos ordenador que podemos de alguna manera llegar a entender, pero ese impulso hacia la luz que define el ideal ilustrado originario, hoy no se limita a sí mismo, sino que como dice Eugenio Trías asume hoy también lo cordial, la intuición: no sólo razón, sino razón vital = sabiduría, inabarcabilidad del Logos; parafraseando al Tao: "El Logos que se puede nombrar no es el verdadero Logos".
© Javier Otaola

Javier Otaola. Las cosas de Francia

La tradición democrática en Europa tiene dos fuentes, dos estilos, dos tradiciones principales: Inglaterra y Francia. Ambas ejemplares. Curiosamente en la construcción de las naciones parece que Dios se ha divertido en diseñar dos prototipos completamente distintos, en todo: Francia e Inglaterra; ¡ Qué países tan extraordinarios y sin embargo tan antagónicos¡: Inglaterra monárquica, aristocrática, liberal, protestante, insular, asimétrica, romántica, teatral, flemática, creadora del “sportman”, empírica, experta en caballos, tabacos y whiskies, genio del “humour”…Francia, republicana, continental, católica y/o librepensadora, racionalista, sanguínea, romancière, cultivadora del sprit, jacobina, simétrica, lujuriosa, bon vivante, clasicista, creadora del “gourmet”, experta en lencería, vinos y perfumes…Sin embargo en materia de influencia política siempre nos ha ido mejor inspirándonos en Inglaterra que en Francia. Francia ya no es para nosotros la Meca de la democracia como lo fue en tiempos de la Dictadura, en la que todo viento de libertad parecía que venía de Paris; nuestras instituciones democráticas y la propia sociedad española se han adelantado en muchos aspectos a la sociedad francesa y a la jacobina V República, pero de todos modos Francia sigue siendo un vecino imponente y las cosas de Francia gravitan sobre todos nosotros, como vascos, españoles y europeos de una manera especial. Es por eso que las elecciones presidenciales que están a punto de celebrarse en nuestro querido país vecino –douce France- tengan siempre interés y en ocasiones sus debates se trasladen a nuestra sociedad (casi) como una cosa nuestra. Dice la ley francesa que para ser candidato a la Presidencia de la República hay que tener la nacionalidad francesa, ser elector, y tener una edad de por lo menos 23 años, haber cumplido con las obligaciones legalmente establecidas en relación con el servicio militar, y acreditar dignidad moral. Este último requisito se presta a controversia, -¿tiene Lepen dignidad moral para ser Presidente?- pero de todas maneras su determinación en cada caso corresponde al Consejo Constitucional. En esta ocasión se han multiplicado las candidaturas. El sistema de doble vuelta permite un primer turno de votos en el que se multiplican las alternativas y se tantean los candidatos, para en una segunda vuelta centrar la elección entre los dos candidatos más votados: la primera vuelta tendrá lugar el próximo día 22 de abril y la segunda el 6 de mayo. Los nueve candidatos principales -los demás no son sino anecdóticos-representan un arco ideológico de lo más variado, a saber: François Bayrou –Unión por la Democracia Francesa- que se define como un combinado demo-cristiano y social-liberal; Olivier Besancenot –Liga Comunista Revolucionaria- ¡ todavía hay trostskistas en Francia ¡; Marie-George Buffet –Partido Comunista de Francia- ; Arlette Laguillier –Liga Obrera-otra escisión trostkista; Jean-Marie Lepen –Frente Nacional- con 79 años y candidato por quinta vez, heredero de la mas rancia ultraderecha francesa –pujadismo-; Ségolène Royale –Partido Socialista de Francia- y Presidenta dela Región Poitou-Charentes; Nicolás Sarkozy –Unión por un Movimiento Popular- es una amalgama de Gaullismo y liberalismo económico, asociado al Partido Popular Europeo- el candidato que parte como favorito; Philippe de Villiers –Movimiento por Francia- que representa un nacionalismo francés clásico vinculado a la derecho gaullista; Dominique Voynet –Los Verdes. Como veis, no faltan las alternativas y movimientos –sólo el Partido Comunista, se llama Partido-; se puede decir con justicia que en materia de variedad política los franceses son verdaderos gourmets. Todos los analistas dan como más probable que los dos candidatos que competirán en la segunda vuelta serán Sarkozy y Royale. Pero la experiencia obliga a ser cautos, en la última elección presidencial el candidato ultraderechista Lepen logró desbancar al candidato socialista –Lionel Jospin- y el duelo final lo fue entre Chirac y Lepen. El populismo visceral y extremista de Lepen encandila a ciertos sectores del voto de izquierda: uno de cada tres votos a Lepen en primera vuelta se calcula que votan en segunda vuelta por la izquierda. Los otros dos, por la derecha. ¿Cómo se puede interpretar esto? Quizá como decía Laurent Faubius: Lepen hace buenas preguntas, aunque da muy malas respuestas. El sistema político de la V Republica hecho a imagen y semejanza de su fundador el general De Gaulle, es presidencialista, aunque la función ejecutiva corresponde en realidad al primer ministro que sale elegido de la Asamblea Nacional. El Presidente sin embargo conserva importantes poderes de intervención en materia de Defensa, Relaciones Exteriores y es el depositario de los poderes de excepción que le otorga el artículo 19 de la Constitución por lo que su elección es de gran relevancia, además de por el hecho de que normalmente prefigura la mayoría política parlamentaria, aunque eso no ha sido siempre así, y de hecho Francia ha conocido periodos de cohabitación en los que la mayoría parlamentaria ha sido contraria a la mayoría presidencial. No se nos escapa que la elección Sarkozy-Royale, será vista en España como una trasposición de la confrontación Rajoy-Zapatero, aunque no podemos perder de vista que en Francia los socialistas son los aspirantes y en España en cambio son los titulares, lo que supone dos posiciones de partida muy diferentes. Por otro lado tenemos que reconocer que la cultura política francesa y la nuestra no son las mismas, para muestra un botón: cuando le preguntaron a Nicolás Sarkozy, que opinión tenía de los demás candidatos contestó que pensaba que todos ellos era personas excelentes porque para ser candidato a la Presidencia de un país excelente como Francia la sociedad francesa no admite sino a personas excelentes. Una respuesta de esa naturaleza marca un estilo – y ya sabemos que el estilo es el hombre- pero además presupone una idea nacional segura de sí misma, alejada de todo agonismo y confiada en las fuerzas sociales que componen la Nación, una nación de ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes, que, a pesar de los problemas, y de las decepciones, creen en sus instituciones. Chapeau¡
Javier Otaola
abril 2007


Opinatio y Temas Actuales

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